El sol brillaba con fuerza sobre la ciudad, ti?endo las calles de un resplandor dorado. El ruido de los autos y las voces animadas de la gente se entrelazaban en una sinfonía habitual de la ma?ana.
Pero hoy... había algo diferente.
Grupos de jóvenes deambulaban por las aceras, luciendo impecables uniformes escolares adornados con bordes dorados que destellaban bajo el sol. Sus pasos eran ligeros, sus rostros, llenos de expectativa.
Entre ellos, una joven de cabello coral caminaba a paso firme, aunque su expresión traicionaba un leve nerviosismo.
Agh... respira, Sukasa. Solo es el primer día, se decía a sí misma, ajustándose la correa de la mochila.
Hoy no era un día cualquiera. Hoy comenzaba su vida en la Academia Militar Arkanum.
De repente, un grito desgarró el bullicio.
—?Sukasa! —chilló una voz femenina.
—?Eh? —Antes de que pudiera reaccionar, algo —o más bien alguien— se estrelló contra su espalda.
—??Wahhh?! —exclamó mientras caía al suelo. El golpe seco resonó en medio de la calle, arrancando murmullos de asombro entre los estudiantes cercanos.
No hace falta ni voltear para saber quién fue... pensó, soltando un suspiro resignado.
Sukasa se incorporó, frotándose la cabeza, solo para encontrarse con una melena roja vibrante y una risa desenfrenada.
—?Hino! —exclamó, frunciendo el ce?o—. ??Qué rayos haces?!
La chica de cabello rojo, con una sonrisa tan grande que parecía imposible para un ser humano normal, se encogió de hombros.
—?Lo siento, lo siento! —rió—. ?Es que estoy tan emocionada! ?No podía aguantarme!
Sukasa lanzó una mirada incómoda a su alrededor. Varios estudiantes los observaban con curiosidad, algunos incluso soltando peque?as risitas.
Con rapidez, ambas se pusieron de pie y se sacudieron el polvo de los uniformes.
—Podrías... —Sukasa resopló, cruzándose de brazos— controlarte un poco, ?sabes?
Pero al ver los ojos de Hino, brillando como si pudieran disparar fuegos artificiales en cualquier momento, su molestia se desvaneció en una sonrisa inevitable.
—Aunque bueno... te entiendo.
Hino asintió con energía exagerada, como un resorte a punto de explotar.
—?Vamos a recibir entrenamiento de un Reiken de élite! ?Un auténtico Reiken! —sus palabras brotaban casi a gritos—. ?Es como un sue?o hecho realidad!
Sukasa desvió la vista hacia adelante.
En la distancia, la Academia Arkanum se erguía majestuosa, sus torres grises cortando el cielo como lanzas antiguas.
Un escalofrío eléctrico recorrió su columna.
—Sí... —murmuró—. Será increíble.
Un segundo después, Sukasa sacudió la cabeza para quitarse los nervios de encima y, de un impulso, echó a correr.
—?Vamos, o llegaremos tarde! —gritó sobre su hombro.
—??Eh?! ?Oye, espera! —protestó Hino, corriendo tras ella mientras el sol de la ma?ana iluminaba su nueva aventura.
Después de varios minutos de carrera, ambas se detuvieron frente a una estructura tan impresionante que parecía arrancada de un cuento de hadas.
La Academia Arkanum no era solo un edificio; era una obra maestra que imponía respeto con su simple presencia.
Altísimas torres acariciaban el cielo, un colosal arco de piedra blanca custodiaba la entrada, y sobre sus puertas, símbolos tallados con precisión antigua parecían vibrar con un poder dormido.
Sukasa sintió que el corazón se le encogía de emoción.
—Wow… —susurró, incapaz de ocultar su asombro.
—Es... ?gigantesca! —a?adió Hino, boquiabierta, como si esperara ver un dragón asomarse tras las murallas.
Ambas caminaron hacia el edificio, absorbiendo cada detalle con ojos deslumbrados.
—?Segura que no nos vamos a perder en este lugar? —preguntó Hino, girando sobre sí misma para ver todo el patio.
Sukasa soltó una risa breve y confiada.
—Tranquila. Conozco a algunos estudiantes aquí. De hecho, deberían haber llegado ya...
No alcanzó a terminar la frase cuando una voz familiar la llamó.
—?Sukasa!
Al voltear, vio a un joven alto, de cabello rojo despeinado y una sonrisa de esas que parecen decir "no me tomo nada en serio", acercándose a grandes zancadas.
—?Kaiyō! —exclamó Sukasa, aliviada.
Kaiyō llegó con su típica actitud relajada y, sin aviso, le dio un leve golpe amistoso en el hombro.
—Ha pasado tiempo, Sukasa. ?Cómo has estado?
—Bien —respondió ella, mientras notaba de reojo cómo Hino, medio escondida detrás de su espalda, observaba la escena en silencio.
Kaiyō, como si apenas la notara, ladeó la cabeza y clavó sus ojos despreocupados en Hino.
—Oye, Sukasa... ?quién es esta linda se?orita?
Hino parpadeó, aturdida, mientras un rubor evidente coloreaba sus mejillas.
—Y-yo...
Antes de que pudiera balbucear algo, Sukasa dio un paso al frente, cruzándose de brazos como una guardiana.
—Es mi mejor amiga, Kaiyō. Así que, ni lo pienses.
Kaiyō levantó ambas manos en rendición, su sonrisa traviesa completamente intacta.
—?Oye, tranquila! Solo preguntaba... —rió, como si fuera incapaz de tomarse en serio cualquier rega?o.
Sukasa rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír también. Hino, viendo la escena, soltó una risita nerviosa.
—Por cierto —interrumpió Kaiyō, rascándose la nuca—, ?buscabas a alguien?
—Sí. ?Dónde está Igurū? —preguntó Sukasa, mirando alrededor.
Al oír ese nombre, Kaiyō puso una mueca como si hubiera mordido un limón.
—Ah... Igurū está ocupado. No pudo venir.
—?Ocupado con qué? —insistió ella, frunciendo el ce?o.
Kaiyō se encogió de hombros, su sonrisa ladeada como si guardara un secreto jugoso.
—Bueno... —dijo, haciendo una pausa dramática—. No es fácil ser el Rey Arkanum, ?no crees?
—?Rey...? —repitió Sukasa, todavía procesando lo que acababa de oír.
Kaiyō asintió con una solemnidad exagerada, aunque su sonrisa relajada no se borraba ni un segundo.
—Ah, claro, ustedes son nuevas aquí —dijo, cruzándose de brazos como un sabio profesor—. Seguro no saben cómo funciona la jerarquía de la Academia...
Sukasa ladeó ligeramente la cabeza, intrigada.
—?Jerarquía?
Kaiyō carraspeó y, adoptando una pose digna de una clase magistral, comenzó a explicar:
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—Verás... para evitar que esta academia se convierta en un completo circo, hace a?os se estableció un sistema de niveles. —Alzó un dedo como si marcara un punto muy importante—. En la base están los estudiantes comunes, los que vienen solo a estudiar, entrenar... y poco más.
Hizo una pausa dramática, esperando que captaran la magnitud de lo que seguía.
—Luego están los Centinelas, encargados de hacer cumplir las reglas. Digamos que son como una mezcla entre prefectos... y policías escolares.
Hino lo miraba como si estuviera escuchando la historia más épica del mundo, sus ojos brillando de emoción.
—?Wow! ?Eso suena increíble!
Kaiyō sonrió satisfecho, como un actor que sabía que estaba ganándose a su audiencia.
—Los Centinelas se dividen en cuatro grupos —continuó—, y cada grupo está liderado por un Jota. Y por encima de todos ellos... están la Reina y, en la cima absoluta, el Rey.
Se se?aló con orgullo su elegante gabardina negra, que ondeaba ligeramente con la brisa.
—Y no es por presumir... —dijo, inflando el pecho descaradamente— pero yo soy uno de los cuatro Jotas de Arkanum.
Sukasa parpadeó, claramente impresionada.
—Vaya... eso sí que es impresionante.
Kaiyō hinchó aún más el pecho, como un pavo real mostrando su plumaje.
—Y mi hermano es...
Pero no llegó a terminar.
Una voz cortante interrumpió la escena como un balde de agua helada.
—Kaiyō.
El rostro de Kaiyō se congeló de inmediato. Giró muy lentamente, como si ya supiera quién lo había encontrado en su momento de gloria.
Frente a ellos, un joven alto de cabello blanco y ojos azules como el hielo los observaba.
Su sola presencia era tan intensa que parecía que el aire mismo se tensara a su alrededor.
Sukasa tragó saliva.
?Ese es... Igurū...?
Kaiyō soltó una risa nerviosa.
—Hermano... qué gusto verte.
Igurū no sonrió. Ni siquiera pesta?eó.
—?Cuántas veces te he dicho que no presumas tu posición para impresionar chicas? —dijo con voz seca, completamente carente de emoción.
Kaiyō se apresuró a inclinar la cabeza en un gesto nervioso, como un ni?o rega?ado.
—?Lo siento, hermano! ?Te juro que solo estaba explicando cómo funciona la jerarquía! ?No intentaba impresionar a nadie!
Sukasa y Hino intercambiaron miradas cómplices, luchando por no soltar la risa en ese momento tan tenso.
Igurū soltó un largo suspiro, como si aquella escena fuera una rutina habitual para él. Sin más, desvió su mirada hacia Sukasa.
—Ha pasado mucho tiempo, Sukasa —dijo con su tono inmutable.
Sus ojos azules la recorrieron con detenimiento, aunque su expresión seguía siendo imperturbable.
—Te ves... bien.
Sukasa parpadeó, ligeramente desconcertada por el comentario inesperado.
—Lo mismo digo, Igurū —respondió, esbozando una sonrisa algo incómoda.
Fue entonces cuando notó a la mujer que estaba junto a Igurū: una joven voluptuosa de cabello púrpura, elegante y de porte sereno, que les sonreía con amabilidad.
—?Y quién es ella? —preguntó Sukasa, llena de curiosidad.
Igurū apenas giró la cabeza para presentarla:
—Ella es la Reina de Arkanum.
Sus palabras cayeron como un trueno en pleno cielo azul.
—??La Reina?! —exclamaron Sukasa y Hino al unísono, con los ojos abiertos de par en par.
La mujer soltó una risita encantadora y asintió con suavidad.
—Mucho gusto, me llamo Remy Hyō —dijo en un tono sereno, aunque sus ojos reflejaban una calidez inesperada.
Sukasa reaccionó rápidamente, inclinando ligeramente la cabeza.
—Encantada, soy Sukasa Kaze. Y ella es mi amiga... —se?aló a Hino, que parecía congelada en su sitio.
Hino, aún intimidada por la revelación, hizo una reverencia apresurada.
—Mucho gusto, mi nombre es Hino Tora.
Remy sonrió aún más, y de repente su energía se disparó de manera inesperada.
—?Ah, entonces son amigas! ?Perfecto! ?Eso significa que yo también puedo ser su amiga, ?verdad?!
Sukasa parpadeó, desconcertada por el repentino entusiasmo.
—Ehh... sí, supongo que no hay problema... ?verdad, Hino?
Hino, procesando la situación como podía, asintió con movimientos torpes.
—Sí... claro.
Remy aplaudió como una ni?a emocionada y prácticamente dio un peque?o saltito en su lugar.
—?Qué felicidad! ?Amigas nuevas!
Mientras tanto, Igurū los observaba con una paciencia claramente limitada. Finalmente, suspiró.
—Remy, creo que las estás incomodando...
Pero la Reina negó rápidamente con ambas manos y miró a Sukasa y Hino con ojos brillantes.
—?Eso no es cierto! ?Verdad, amigas?
La presión en el ambiente era tan intensa que Sukasa apenas pudo reaccionar.
—?Para nada! Todo está perfecto... ?verdad, Hino?
Hino soltó una risita nerviosa.
—Sí, sí, todo perfecto...
Igurū las miró en silencio durante unos segundos antes de simplemente encogerse de hombros, resignado.
Sukasa, mientras tanto, no pudo evitar observarlo de reojo, recordando en su mente:
"Igurū sigue siendo el mismo que cuando era ni?o... frío como el hielo."
El silencio se rompió cuando Igurū habló de nuevo.
—Ya basta de charlas. Como es su primer día, no habrá actividades escolares. Las invito a la fiesta de bienvenida de la academia.
Los ojos de Hino brillaron instantáneamente.
—??Fiesta de bienvenida!?
Kaiyō asintió con una sonrisa ladina.
—Así es. Es una tradición recibir a los nuevos con una gran fiesta —rió suavemente—. Aunque, siendo sinceros, es más un festín que una fiesta. Ni siquiera hay música.
Remy intervino, juntando las manos con expresión so?adora.
—?Pero tienen que probar el pastel de chocolate! Es... absolutamente celestial.
Igurū, cruzando los brazos con su habitual seriedad, miró a Kaiyō.
—Llévalas al banquete. Asegúrate de que disfruten su primer día.
Kaiyō, como si hubiera recibido una misión épica, hizo una reverencia exagerada.
—?Como ordenes, gran líder!
Luego, gui?ando un ojo de forma traviesa, se volvió hacia Sukasa y Hino.
—Síganme, se?oritas.
Y así, con el corazón latiéndoles con fuerza y una mezcla de emoción y nerviosismo, Sukasa y Hino dieron sus primeros pasos hacia lo que sería una aventura que cambiaría sus vidas para siempre.
Mientras se alejaban, Igurū los observó en silencio, pensativo.
—Ah, y no olviden inscribirse en el nuevo reclutamiento de Centinelas —murmuró, casi para sí mismo—. Quiero ver de qué son capaces.
El viento agitaba suavemente su cabello plateado mientras mantenía la mirada fija en el horizonte. A su lado, Remy sonreía con expresión relajada.
—?De verdad te cayeron tan bien? —preguntó Igurū, sin apartar la vista del cielo azul.
Remy asintió, radiante.
—Sí. Se nota que son buenas personas.
Igurū reflexionó un momento antes de soltar un leve gru?ido de acuerdo.
—Mmm... sí, tienes razón.
Su expresión se endureció ligeramente.
—Por cierto... ?has visto a Kuro hoy?
Remy parpadeó, llevándose un dedo al mentón.
—Ahora que lo mencionas... no. No lo he visto en todo el día.
Igurū cerró los ojos con resignación, como si la respuesta fuera obvia.
—Ese idiota... seguro se quedó dormido otra vez.
Con un suspiro de fastidio, sacó su teléfono y marcó un número.
***
Un insistente timbre sonaba en una habitación sumida en el caos. Ropa tirada, libros abiertos y una extra?a pila de platos vacíos componían el paisaje.
Debajo de una monta?a de sudaderas, una mano emergió a tientas, buscando a ciegas el teléfono.
Entre bostezos, una figura de cabello negro alborotado se removió entre las sábanas.
—Mmm... ?dónde está...? —murmuró Kuro, su voz apenas un susurro adormilado.
Después de unos segundos de búsqueda infructuosa, sus dedos finalmente atraparon el aparato, escondido bajo una camiseta arrugada.
—Ah, aquí está...
Frotándose los ojos con pereza, deslizó el dedo por la pantalla y contestó sin siquiera mirar quién llamaba.
—Sip... diga...
Al otro lado de la línea, la voz de Igurū sonó cargada de impaciencia.
—?Dónde estás?
Kuro soltó un bostezo y dejó caer la cabeza de nuevo en la almohada.
—Pues... en mi cuarto, descansando... ?dónde más iba a estar?
Igurū exhaló un suspiro largo, el tipo de suspiro que solo se lanza cuando uno está al borde de perder la paciencia.
—Sabes que hoy comienzan las clases, ?verdad?
Hubo una pausa.
Kuro parpadeó lentamente, como si su cerebro apenas estuviera despertando.
—Mmm... sí, supongo... —dijo con total indiferencia.
El tono de Igurū se volvió más duro.
—?Entonces, ?por qué demonios no estás aquí?!
—Oye, oye, tranquilízate —replicó Kuro, completamente imperturbable—. Como hoy no hay actividades importantes, pensé que no era necesario ir. ?Tiene algo de malo?
Igurū apretó los dientes, conteniéndose.
—Técnicamente... no —admitió a rega?adientes.
Kuro sonrió con satisfacción, como quien gana una peque?a guerra.
—?Ves? Como siempre, tengo razón.
Pero Igurū, astuto, sonrió de lado.
—Sí, claro... pero...
Hizo una pausa deliberada, dejando que el silencio aumentara la expectativa al otro lado de la línea.
—Hoy la se?ora Fukuko preparó su famoso pastel de chocolate. Y según escuché... no va a durar mucho.
Hubo un segundo de absoluto silencio.
Después, un repentino ?tum! ?crash! sacudió la llamada, como si alguien se hubiera levantado de golpe y tirado todo a su paso.
—?Kuro? —preguntó Igurū, aunque ya se imaginaba la escena.
Solo recibió como respuesta el bip de una llamada cortada.
Remy, que había estado observando todo con divertida curiosidad, ladeó la cabeza.
—?Vendrá?
Igurū guardó su teléfono en el bolsillo y esbozó una ligera sonrisa.
—Sí... ya debe estar en camino.
***
Mientras tanto, en las calles de Arkanum, una figura de cabello negro corría a toda velocidad, esquivando peatones, saltando bancos, y casi atropellando a un par de vendedores ambulantes.
—?Me puedo perder muchas cosas en la vida, pero jamás el pastel de chocolate de la se?ora Fukuko! —gritaba Kuro, mientras su estómago rugía como una bestia salvaje.
Su determinación crecía con cada paso.
Para cualquiera, era solo un dulce...
Pero para él, en ese instante...
Era su destino.