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Capítulo 2. Larga Vida al Rey, Decian.

  —Ah... esto es vida —exclamó el hombre de cabello plateado, tomando con su mano derecha una copa de vino—. Es un gusto al fin estar sentado frente a usted este día, rey... Ehh, ?cómo decía que se llamaba usted?

  —Eendij, rey Eendij —respondió desde el otro lado de la mesa con una voz seria.

  El plan del rey había fracasado, y el hombre de cabellos plateados lo había aprisionado en su propio castillo, forzándolo a tener una charla de negocios de emergencia. Una extra?a petición que el rey no tuvo otra opción más que aceptar para, al menos, intentar salvar su vida. Es irónico que aquel lugar que el rey consideraba su santuario ahora sea su prisión.

  Estaban sentados cara a cara en la mesa y, mientras esperaban la cena que el cocinero preparaba bajo órdenes forzadas del rey, ni una sola palabra salió de sus bocas hasta que el hombre de cabello plateado finalmente rompió el hielo.

  —Tiene una sala de reuniones muy bonita aquí en el palacio. Me pregunto cuánto habrá costado manufacturar todo esto —dijo, tomando de la copa de vino frente a él.

  —Déjeme presentarme. Me llaman de muchas maneras, pero tú puedes llamarme Spacetime —dijo, ajustándose las gafas.

  —Le agradezco su hospitalidad, el vino está exquisito. Pero con respecto a su plan de defensa, ?era necesario mandar a casi todos sus hombres a morir? —preguntó Spacetime.

  El rey aún no podía creer lo que había pasado. ?En qué se había equivocado? ?Qué pudo haber hecho para evitarlo? Ahora estaba en shock.

  —?Cómo...? ?Cómo lo hiciste? —El rey puso sus codos sobre la mesa, agachó la cabeza y apoyó las manos sobre ella—. Es imposible... esto debe ser una pesadilla —dijo con voz temblorosa—. ??Cómo?! ??Cómo lograste sobrevivir?!

  —Soy alguien especial, se podría decir —respondó el de cabello plateado—. Creo que, por los agujeros en mi vestimenta y el color de esta, te puedes hacer una idea del da?o que me causaron.

  —?Eres un demonio! —le reclamó el rey, quien respiró profundamente antes de seguir hablando—. Te lo ruego, deja a mi pueblo en paz. Te daré todos mis bienes, ?lo que sea!

  —Pff... —Spacetime se carcajeó—. No necesito tales cosas materiales. Busco algo mucho más valioso que eso. No todo lo valioso es material.

  —?Entonces qué? ?Deseas tener a mi pueblo bajo sumisión? —dijo el rey, levantándose rápidamente de su silla y poniendo su mano derecha en el pomo de su espada—. ?Nunca lo permitiré!

  —Veo que te importan mucho tus plebeyos —comentó Spacetime, sirviéndose más vino—. Lamento decirte que lo que buscan mis superiores es algo... mucho más valioso que eso.

  —O sea que... —dijo el rey, tomando un gran trago de su copa—. No eres el único.

  —Vengo solo, pero no estoy mal acompa?ado. Mis superiores me vigilan desde lo alto mientras cumplo con mi parte del trato.

  —?Qué exactamente queréis de mí? —preguntó el rey, desesperado por una respuesta sólida.

  Spacetime se levantó de su silla y, con el índice de su mano derecha, se?aló al rey.

  —A ti. Es todo lo que necesito.

  El rey retrocedió al ver el movimiento de Spacetime. Incluso si estaban a una distancia segura, no pudo evitar sentir temor.

  —?A... mí?

  De repente, una puerta se abrió. Un aroma placentero, fresco y delicioso salió de ella. De la entrada emergió un hombre barrigón, vestido con ropajes blancos.

  —Mi lord, la cena está lista. Procederé a serviros primero... y luego a nuestro invitado.

  El cocinero sirvió un manjar frente a ellos. Cada plato tenía suficiente comida como para alimentar a tres personas. Parecía carne de un molusco gigante, acompa?ada de una salsa espesa color ámbar. Al lado del platillo principal había dos panes y una ensalada rústica, con tomate y col rebanada.

  —G-gracias, Vondormo. P-puedes retirarte.

  El cocinero se retiró, y el rey observó su plato primero, para luego mirar a Spacetime, quien ya había comenzado a comer.

  —No sabía que los insectoides sabían tan bien con una preparación tan sublime. Me pregunto qué hierbas y especias le puso para poder quitarle el mal olor. ?Tú qué opinas, Eendij?

  —?No cambies el tema, maldito! —golpeó fuertemente la mesa el rey.

  —Bien... bien... ?en qué estaba? Ah, sí... Rey Eendij, de 21 a?os. Tu padre murió hace dos a?os y tu madre al darte a luz. Tuviste un hermano mayor de otro padre, a quien conoces, pero no sabes quién es. Y, por supuesto, detestas con toda tu alma a los bestias —dijo Spacetime, con una sonrisa ladeada—. Alguien cuyo afán es sacar adelante a su pueblo ante la adversidad. Una causa noble y pura, si me lo preguntas.

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  —?A qué quieres llegar, fenómeno? —espetó el rey, apoyando la mano en la empu?adura de su espada—. Si intentas algo, terminaré contigo de una vez por todas.

  —?Acaso esto no es lo que querías? —preguntó Spacetime, rascándose la cabeza.

  —?Debes estar bromeando si crees que quiero esto! —rugió el rey.

  —?Acaso esta no es la adversidad que ansías superar? Imagina por un momento: tu pueblo cree que todo está perdido, y la última esperanza es su rey. Piensa en levantarte victorioso ante ellos —susurró Spacetime con tono persuasivo—. ?Recuerdas aquel día? El día en que todos se inclinaron ante ti. Cuando esa corona pasó a ser tuya. Cuando te convertiste en rey.

  —Lo recuerdo con claridad... Fue el mejor día de mi vida —admitió el rey.

  Los ojos de Spacetime brillaron al escuchar aquellas palabras, reflejándose en sus gafas.

  —Bien, bien... Ahora, haz lo que tu alma, tu cuerpo y tu mente te dictan... y mátame.

  Extendió los brazos a los lados, listo para recibir un ataque mortal.

  El rey sintió que su cabeza era un torbellino. ?No tiene lógica... Es una trampa. Debe ser una trampa. Claramente, es una trampa... y sin embargo...? Su rostro estaba empapado de sudor. Sus manos temblaban.

  ?Este maldito... este desgraciado... Con esa cara de estúpido, tan cínico, tan despreocupado, tan feliz, como si nada de lo que hizo importara... Me da asco. Me llena de rabia... ?Estoy a punto de explotar! ?Debo vengarme! ??Debo vengarme!!?

  En un abrir y cerrar de ojos, el rey saltó sobre la mesa, desenvainando su espada con ambas manos. Con un grito de ira, corrió sobre la superficie de madera. Y cuando su espada estuvo en rango de ataque, la hundió en la cabeza de aquel hombre, descargando en él toda su furia.

  El rey jadeaba. Con un tirón, arrancó su espada del cráneo de Spacetime, dejándola caer al suelo. Se dio la vuelta de inmediato y salió del palacio para anunciar su victoria.

  La euforia invadía su ser. La certeza de haber hecho lo correcto lo hacía sentir en las nubes.

  —Se hizo justicia. Descansen en paz, guerreros míos —proclamó en voz alta.

  —?Verdad que la euforia se siente bien?

  El rey se congeló. Aquella voz…

  No podía ser.

  Sintió una presencia ominosa detrás de él. Algo, alguien, le respiraba en la nuca.

  Se dio la vuelta lentamente… Y ahí estaba.

  El hombre de cabello plateado seguía de pie. Su cráneo tenía un gran agujero, el rostro desfigurado, pero estaba vivo.

  El rey gritó de pavor. Pero antes de reaccionar, Spacetime le golpeó el pecho con la palma de su mano derecha.

  De su piel emergió una probóscide mecánica que se hundió en su torso, perforando su corazón.

  —Siendo sincero, esto va a doler —susurró Spacetime con calma, mientras su cabeza se regeneraba ante los ojos horrorizados del rey.

  Los gritos desgarradores del monarca resonaron hasta los confines más lejanos del reino.

  Desde su pecho, un aura de color verde claro fue absorbida como si su esencia misma estuviera siendo cosechada. La energía fluyó hacia un brazalete incrustado en el brazo de Spacetime.

  La escena se prolongó por minutos. El rey forcejeaba, pero era inútil. Spacetime no lo dejaba moverse.

  Cuando terminó, el cuerpo del rey cayó al suelo, incapaz de levantarse.

  —??Qué es esto!? ?No… puedo moverme! —exclamó, con su piel tornándose pálida, al igual que su cabello—. ??Qué me hiciste?!

  Spacetime se inclinó sobre él y dijo con voz serena:

  —Mis superiores le agradecen por donar su alma a un bien mayor.

  —??Qué?!

  —Spacetime y mis superiores le desean un feliz viaje a la Synapsis.

  Sin más, Spacetime se alejó caminando hacia la salida del castillo.

  —?Oye! ?Regresa aquí! ?Esto no ha terminado! —bramó el rey, con todas sus fuerzas.

  —Tres… dos… uno… —contó Spacetime en voz baja, mostrando los números con los dedos mientras miraba sobre su hombro con una sonrisa.

  —?Oye espe—!

  No terminó la frase.

  El rey se desvaneció en un torbellino de cenizas negras.

  —Siempre se quedan a medias en su confusión…

  Spacetime suspiró. Se dejó caer en el suelo, a la entrada del palacio. Con la mirada perdida en las estrellas de la fría noche en Lydenfrost, murmuró para sí mismo:

  —Una alma más… una alma menos…

  Pero algo lo inquietaba.

  Sintió que alguien había estado observándolo todo.

  Un testigo que no intervino. Que huyó a las trincheras.

  Un testigo cuya carta había llegado a manos del rey unas horas antes.

  —?No! ?No! ?Espera, espera, espera! ?Ten piedad, por favor! ?Tengo hijos que criar! —suplicó el mensajero, colgado en el aire por la mano de Spacetime.

  —No te haré da?o. Solo necesito que entregues un mensaje más. Al fin y al cabo, eres su familiar, ?no? —murmuró Spacetime—. ?Sabías que antes de que este reino fuera habitado por humanos, pertenecía a los bestias?

  —Nos lo ense?an en la escuela, sí, sí. ?Me sé la historia! ?Déjame ir! —gritó el mensajero, desesperado.

  —Bien… Entonces sabrás lo que es esto.

  Spacetime lo elevó más alto, frente a la fuente del centro del mercado.

  —?La Fuente de la Libertad? ?Estás chiflado! —reclamó el mensajero—. Despierta, despierta… ?Por qué no despierto de esta pesadilla?

  —Porque nunca lo fue, querido amigo —susurró Spacetime—. Para ustedes, una fuente. Para mí, una puerta.

  —?Q-q-qué?

  El mensajero forcejeó con todas sus fuerzas. Pero era inútil.

  Spacetime sacó su espada y cortó ligeramente su mu?eca. De la herida brotó un líquido dorado, el cual imbuyó la hoja de la espada.

  Con un solo movimiento, la hundió en la fuente.

  De inmediato, el agua cambió de color, tornándose del mismo tono dorado que su sangre. Un vórtice se formó en el fondo. Energía fluyó por las hendiduras de la fuente, activando un mecanismo oculto por siglos.

  Un portal.

  —Diles a todos con los que te cruces que Spacetime está de camino.

  Con una sonrisa, Spacetime dejó caer al mensajero en el vórtice.

  —?No! ?No! ?No! ?Espera! ?Espera! —suplicó una última vez.

  El portal se cerró y Spacetime suspiró.

  —Superiores, ?podrían dejar de darme tareas a último minuto? Apenas logré localizar al mensajero… Espero que no se lo coman.

  Se estiró, mirando al horizonte.

  —En fin. Reino central bestia… allá voy.

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