Cinco horas habían pasado desde que s naves de desembarco imperiales abandonaron órbita del pneta, dejando atrás el caos y el desconcierto que había sembrado inesperada resistencia humana. A bordo de nave insignia del Imperio Interester, el ambiente en el centro del mando era tenso, casi eléctrico. Los monitores parpadean, mostrando datos sobre el progreso de invasión, pero presión no cedía. Los oficiales de alto rango se mantenían alertas, atentos a cada reporte que llegaba de s tropas desplegadas en el pneta hedo. En s paredes del puente, s luces titiban con una luz fría, y el sonido constante de tecs siendo presionadas por los técnicos era única compa?ía del silencio tenso que reinaba en sa.
En el centro del puente de mando, el Almirante Gar'gol observaba en silencio el despliegue de situación. Su cara reflejaba estrés y concentración. A pesar de victoria inicial, algo en su interior le decía que esta campa?a no sería tan sencil como habían anticipado. Los informes sobre s máquinas humanas, s armas inusuales y sorprendente tenacidad de resistencia terrana comenzaban a dejar cro que los humanos no serían una presa fácil.
De repente, un oficial se acercó rápidamente, interrumpiendo sus pensamientos.
—Almirante, hemos recibido una se?al de s naves de refuerzo. Llegarán a órbita del pneta en menos de media hora.
El almirante avanzando, su expresión se endureció.
—Finalmente —murmuró para sí mismo, aunque su voz no ocultaba caute—. A pesar de potencia de los refuerzos, sorpresa de resistencia humana deja una sensación inquietante. Prepárense. No podemos subestimar a estos humanos. Los refuerzos deben ser desplegados con rapidez y precisión.
Los oficiales y técnicos comenzaron a trabajar con rapidez. En pantal frente a Arelis, un conjunto de nuevas naves de guerra, cargadas con tropas de élite y armas avanzadas, apareció a medida que ingresaban en órbita. Las naves estaban dise?adas para una ofensiva total, con una estructura metálica que reflejaba s estrels lejanas en su casco oscuro. La venganza parecía cercana.
Sin embargo, algo en el aire seguía sin sentirse bien. El almirante no podía deshacerse de sensación de que algo, en algún rincón lejano del campo de batal, estaba cambiando.
—Este pneta… No es como los demás.
Un estruendo resonó en parte trasera del puente, seguido de un silencio tenso. Las pantals se llenaron de datos, y los técnicos comenzaron a habr a vez, sus voces entrezadas en confusión.
—?Se?or, hemos detectado actividad en el sector sur del pneta! —gritó un oficial desde su estación. —?Parece que s fuerzas humanas se están reorganizando!
El almirante frunció el ce?o y dio un paso al frente.
— ?Reorganizando? ?Cómo es eso posible? No hemos visto tal capacidad de coordinación en una civilización primitiva.
—Los informes indican que los humanos han recuperado equipos, y los refuerzos terrestres han comenzado a movilizarse —respondió rápidamente el técnico—. Además, se ha identificado presencia de una nueva arma humana en el terreno. Algo grande está ocurriendo allí abajo.
El almirante miró pantal una vez más, su mente procesando s piezas del rompecabezas.
—Eso no lo permitiré —dijo con voz baja pero firme, mientras se giraba hacia el oficial encargado de s comunicaciones—. Ordene a s naves de refuerzo que inicien el despliegue. Nadie deja este pneta sin ser derrotado.
Con un gesto firme de mano, s órdenes fueron enviadas. Las naves comenzaban a alinearse para ofensiva final. Sin embargo, en lo profundo de su mente, Arelis se preguntaba si esta batal realmente sería tan fácil como había anticipado al principio.
El puente se llenó de actividad mientras s órdenes eran transmitidas. Las nuevas naves imperiales, brilndo con los reflejos de s estrels cercanas, se alineaban en formación. Su dise?o angur y oscuro parecía absorber luz a su alrededor, proyectando una presencia amenazante. La atmósfera en el puente estaba cargada de tensión, como si todos los presentes pudieran sentir el peso de lo que estaba por suceder.
Sin embargo, antes de que s órdenes se ejecutaran por completo, una nueva se?al apareció en los radares. Los técnicos se detuvieron por un momento, sus rostros mostrando una mezc de incredulidad y temor.
—Se?or… —balbuceó uno de ellos—. Detectamos un nuevo grupo de naves saliendo del hiperespacio… No son nuestras.
Gar'ol frunció el ce?o y dio un paso hacia conso principal.
—?Identificación?
—Son… humanas, se?or. Una flota terrana ha llegado.
El silencio llenó el puente por un instante. Los oficiales se miraron entre sí, sorprendidos de que los humanos, a quienes consideraban poco más que una civilización atrasada, tuvieran capacidad de enviar refuerzos interesteres. En s pantals, s naves terranas comenzaron a desplegarse. Aunque más peque?as y menos sofisticadas que s imperiales, sus dise?os funcionales y resistentes dejaban cro que estaban construidas para durar y para luchar. Las luces de s estrels se reflejaban en sus cascos, dándoles un brillo metálico que contrastaba con oscuridad del espacio.
Gar'ol apretó los pu?os mientras observaba s pantals.
—Interesante… —murmuró para sí mismo—. Parece que subestimamos a estos humanos.
En ese momento, un oficial de comunicaciones interrumpió.
—Se?or, hemos interceptado transmisiones entre s naves humanas. Están confirmando una contraofensiva coordinada con s fuerzas terrestres. Al parecer, han traído refuerzos tanto para órbita como para el pneta.
El almirante asintió lentamente, con una mirada decidida.
—Entonces será una batal digna. Preparen los ca?ones orbitales. No permitiremos que estas naves alteren el curso de guerra.
Enfrente de ellos se posicionaron treinta y una naves espaciales de diferentes principados, pertenecientes a los principados de Alemania, Portugal y Espa?a. La flota contaba con un buque insignia famoso entre república lmado Gengis Kan, seis naves fragatas PF K-Ukuru Yamamoto 78, quince acorazados FPK-Mitsubishi 79, cuatro portaaviones CS-Shōkaku 30 y siete naves de asalto pnetario ATS-M30 Bellum Vexilliferum. En total, contaban con setenta mil soldados del Ejército Repúblicano Popur.
Las fragatas PF K-Ukuru Yamamoto 78 formaban primera línea, listas para interceptar y responder a cualquier amenaza inmediata. Los acorazados FPK-Mitsubishi 79 fnqueaban su posición, proporcionando apoyo pesado.
En nave insignia NIC Cse República, el ambiente era un hervidero de actividad. Los centros de mando estaban al máximo de eficiencia, con hombres y mujeres haciendo cálculos y comunicándose por hologramas. El Admiralis Primus José Albarán, visiblemente preocupado, observaba el caos que lo rodeaba.
— ??Ya intentaron entrar en contacto con esa flota xeno!? —, dijo mientras miraba a sus asesores.
— ?Sí, se?or! Pero lo único que nos dicen es que debemos unirnos a ellos para avanzar —, respondió un asesor de cabello negro y lentes.
— ?A qué se refieren con "unirnos"? —, preguntó el almirante, levantando una ceja.
— Parece que forman parte de un imperio más allá del gran vacío, se?or —, explicó el asesor.
— ?Maldición! Y ahora vienen a invadirnos... ?No han pasado ni diez a?os desde Gran Guerra Interpnetaria! —, gritó el almirante, golpeando mesa con furia. — ?Malditos americanos! Solo nos trajeron más problemas de los que necesitábamos.
El rostro del almirante se transformó en una mueca de odio al recordar los nombres de aquellos responsables de situación.
— ?Maldito John Brush! ?Por qué tomó el poder? ?Esto nos ha llevado a este desastre!
La guerra, que apenas había terminado, ya sumía a los terranos en otros cuarenta a?os de conflictos galácticos y parecía que ese número sería más grande debido a esta nueva guerra.
— ?Se?or, estamos recibiendo comunicación de defensa popur incial del pneta! —, informó una mujer de cabello rojo, sosteniendo una tableta holográfica.
— ?Qué dijeron? —, preguntó el almirante con ceja aún levantada.
— ?Que lograron resistir lo que pudieron, pero que los alienígenas crearon una cabeza de pya en Gringor, al sudeste de Novosibirsk, se?or! —, respondió mujer, repasando información recibida.
— ?Entendido! ?Ahora todos pongan atención! —, gritó el almirante. — ?Que s fragatas carguen ca?ones láser y baterías de psma! ?Que los cruceros carguen sus baterías de psma y ca?ones láser! ?Que los cazas se preparen para batal en el vacío! ??Ahora!! —.
El grito del almirante resonó en toda cabina de mando, haciendo que todos se pusieran en acción de inmediato.
Mientras flota de los terranos se preparaba, flota imperial hacía los mismos movimientos. Las catorce Zar’Kael?n-Vethrak se posicionaron al frente, con sus ca?ones Kynetik listos para disparar. Los quince Thal’Vorr-Zek?n se colocaron detrás de els, sus nueve Zalthir'Kaezhul se pusieron a sus fncos, los Thal'Zakar?n-Matriak se ubicaron en el centro de formación, esperando liberar a sus cazas en órbita terrestre.
A medida que flota imperial se posicionaba, atmósfera en nave insignia del comandante imperial Kresh'nar se volvía densa con anticipación del inminente ataque. Las pantals holográficas mostraban s coordenadas exactas del punto de acceso terrestre, mientras s tres naves de asalto pnetario Thal’Zuun-Kaorth?n descendían hacia el objetivo. Estas naves traían consigo noventa mil soldados regures de fuerza de asalto imperial.
Entre sus tropas, había fuerzas de reconocimiento armadas con subfusiles láser, además de Fuerzas Especiales Imperiales. Contaban con trescientos vehículos de todo tipo.
Con esta poderosa flota, el objetivo del Imperio era cro: lograr que raza humana en el pneta se uniera al imperio por medios bélicos.
Con esto, batal espacial dio comienzo. Las fragatas humanas colisionaron con s fragatas imperiales en un intercambio devastador de psma, láseres y torpedos. De los portaaviones de humanos emergieron miles de cazas PP-Spitfire 60, que comenzaron una ofensiva de hostigamiento contra s naves de retaguardia del Imperio.
— ?Qué demonios están haciendo esos malditos simios sin pelo? —excmó furioso el almirante Gar’ol, golpeando pared con uno de sus brazos, mientras los otros se mantenían tensos, observando atentamente situación desde el puente de mando de su nave insignia. — ?Que los Zhalkar'?n salgan de los hangares! —ordenó, con el rostro tornándose de un tono azul intenso por el furor, algo evidente en su especie.
— Se?or, nuestros cazas no soportarán s condiciones del vacío por tanto tiempo —dijo un asesor de raza Vul’har, mostrando cra preocupación.
— ?No te pregunto si soportan! —gru?ó Gar’ol, rabia evidente en su voz. — ??Acaso te pregunté si soportan?!
— ?No, se?or! —respondió rápidamente, cubriéndose el rostro con tableta de control. — Ordenaré que sean enviados de inmediato.
“Maldita sea…” pensó Gar’ol para sí mismo. “Hace mucho que no usamos esas tácticas.”
La batal se intensificó rápidamente, con cazas imperiales siendo derribados por los Spitfire de los humanos o cayendo por incapacidad de soportar el vacío del espacio. Ante difícil situación, muchos cazas imperiales decidieron retirarse a los hangares de los portaaviones. Mientras tanto, s fragatas imperiales infligían un da?o sorprendente a s fragatas de ESTU.
En ese preciso momento, s naves de desembarco humanas llegaron a órbita del pneta terrestre y comenzaron a liberar 150 cápsus de desembarco sobre s posesiones terranas.
Mientras batal continuaba con una cra ventaja imperial, ocurrió un giro inesperado. Desde un crucero de batal de ESTU emergió un torpedo cuyo rastro brilba con una intensidad cegadora, iluminando incluso vasta oscuridad del vacío. El impacto fue fulminante: no solo desactivó los escudos de una fragata imperial, sino que destruyó por completo en cuestión de segundos. La nave se desintegró en una explosión tan brilnte que dejó una nube de escombros flotando en el vacío. El torpedo, un dispositivo de psma comprimido con una ojiva nuclear de 10 megatones, había cambiado el curso de batal.
— ??Qué demonios ocurrió?! —gritó Gar’ol, su rostro deformado por ira y el estrés, tan palpable que sus consejeros no se atrevían a mover ni un dedo. Cada pabra, cargada de furia, era como un rugido imparable. Los oficiales presentes temían incluso el más mínimo movimiento, sabían que furia del almirante era temible, pero nunca antes se había desatado con tal intensidad.
— ??Qué fue ese maldito torpedo?! —su voz resonó por todo el puente, como un rugido bestial, mientras uno de sus cuatro poderosos brazos golpeaba mesa con tal fuerza que el acero tembló. Las pantals del puente parpadeaban erráticamente, mientras s armas de emergencia sonaban débilmente. Todo en sa parecía estar centrado en figura de Gar’ol, cuya furia llenaba el espacio como una sombra imparable.
Una asesora de raza Vul'har, visiblemente nerviosa y con mirada fija en el suelo, pronunció sus pabras con caute, temerosa de que cualquier error pudiera desatar furia del líder.
— Parece que fue un dispositivo nuclear combinado con psma, se?or... —su voz vaciba, llena de temor. Habr de energía nuclear era un tema tabú en el Imperio, y su cuerpo tenso reflejaba el miedo que sentía.
— ??Cómo diablos usan energía nuclear para fabricar armas?! —gritó Gar’ol, su garganta rasgando rabia que emanaba de él. Su voz reverberó por toda nave, distorsionando el aire a su alrededor. La presión de su grito no solo sentían los presentes, sino que incluso s paredes metálicas parecían crujir bajo el peso de su furia.
Los consejeros permanecieron en absoluto silencio, mientras el ambiente se volvía irrespirable. Nadie se atrevía a hacer un solo movimiento. La explosiva reacción de Gar'gol había sumido sa en una atmósfera tensa, mientras él luchaba por recuperar el control sobre su respiración.
Con este giro, el rumbo de batal cambió a favor de humanidad. Cuando s naves de desembarco fueron liberadas, entraron en órbita terrestre, desplegando a s tropas del ejército republicano popur EJRP en el pneta.
— ?Se?or, los refuerzos han llegado! —gritó una mujer de cabello rubio, con una expresión de alivio y alegría en su rostro.
— ?Al fin se enfrentarán al ejército real! —excmó el almirante Gar'ol, con una expresión de euforia y satisfacción. — ?Ahora verán lo que es un ejército de verdad, no un grupo de civiles armados! —su rostro se iluminó con una sonrisa triunfante, anticipando carnicería que se desataría a continuación.
Cuando s tropas regures llegaron, diferencia era inconfundible. Los soldados del ejército regur de República estaban equipados con chalecos blindados y cascos con caretas y uniforme militar, confeccionadas con tes vegetales especiales, altamente resistentes y duraderos. La prioridad de estas armaduras era protección, asegurando que los soldados pudieran resistir los mayores impactos posibles. La formación era estricta, con mils de soldados descendiendo en grupos grandes de cien, distribuidos en fis precisas.
— Ordo Legatus Pnetarii, mi nombre es Friedrich, del principado de Alemania. Estoy a cargo de los refuerzos. Sumamos un total de setenta mil efectivos y trescientos cincuenta vehículos, y artillería tanto remolcada como autopropulsada —dijo mientras se ponía firme, mirando al frente y realizando un saludo militar, sin mostrar un solo vestigio de duda o miedo—. Estamos bajo su mando y dirección.
— Gracias por su apoyo. El principado de Rusia está profundamente agradecido. No necesitas tantas formalidades; apenas será ascendido a jefe de guerra pnetario —respondió, intentando suavizar situación con un leve gesto de calma en su rostro—. Tus refuerzos serán de gran ayuda, especialmente porque hemos recibido respuesta rápida de sus principios. Pedimos ayuda a nuestro principado, pero mentablemente tardarán días en llegar; este pneta apenas está siendo colonizado y se encuentra lejos de nuestros refuerzos más cercanos —a?adió, notando algo de tensión en su rostro mientras se retiraba el gorro.
—Escuche eso, se?or. El principado de Arabia Saudita me reiteró lo mismo —respondió con seriedad, su tono firme y grave.
— De igual manera, pedí ayuda a los principados de México ya coalición SAM, pero llegarán en unas tres horas más —dijo, soltando un suspiro de alivio al confirmar situación.
— Esperamos que sus refuerzos lleguen antes de que acción termine —dijo, soltando una risa burlona. — Se?or, si no es inconveniente, me gustaría discutir s posiciones xenos del pneta —a?adió, su rostro ahora más serio.
—Cro… esos malditos alienígenas han avanzado mils de kilómetros desde su primer asalto —respondió mientras comenzaba a girarse para dirigirse hacia sa de mando.