home

search

Donde el sol se pone

  Nos alejamos bastante de la aldea y acampamos en un lugar remoto para pasar la noche. Lyra dormía profundamente, ajena a todo lo que había sucedido.

  —Lucian. —

  —?Qué pasa, chico? —

  —?A dónde iremos ahora? —

  Lucian hizo una pausa antes de responder, mirándome con seriedad.

  —Oye, ?recuerdas que te hablé sobre que Meliora estaba casada y tenía una hija? —

  —Sí. —

  —Pues ahí es a donde iremos. —

  Al amanecer, nos levantamos rápidamente y reanudamos el viaje. Lyra ya estaba despierta y no paraba de hacer preguntas. Era evidente que, siendo tan joven, no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Apenas tenía tres a?os.

  El trayecto se sentía interminable. Habían pasado varios días caminando, y aún así, no parecía que llegaríamos pronto a nuestro destino.

  —Lucian. —

  —?Qué pasa? —

  —?Qué tan lejos está el lugar donde viven el esposo de Meliora y su hija? —

  —Hmm... digamos que está a seis meses de viaje en carreta. Está al otro lado del supercontinente, pero lo bueno es que está fuera del alcance de la Kirche. —

  —?Y tomaremos una carreta? —

  —En el siguiente pueblo buscaremos suerte para ver si encontramos a alguien que nos lleve. —

  Hice una pausa, reflexionando antes de hablar nuevamente.

  —Oye, otra cosa. —

  —?Qué pasa? —

  —Tú eres bastante fuerte, ?no? —

  —?Por qué preguntas? —

  —Es que... quiero ser más fuerte. Fue por mi culpa y mi ineptitud que le hicieron eso a Meliora. Si hubiera sido más fuerte... si simplemente no hubiera aparecido en la aldea, nada de esto habría pasado. —

  Lucian se detuvo y se inclinó ligeramente, apoyando una mano en mi hombro.

  —Mira, tú no eres el causante de nada, igual que Lyra. No te culpes por lo que haya pasado o lo que está ocurriendo. El único culpable aquí es Enzo. Desde hace tiempo ha estado tramando algo, y ahora con la caza de un “demonio” y una posible victoria, lo más probable es que su poder como líder supremo se fortalezca. —

  —Bien... —

  —Pero eso de que quieras volverte más fuerte no me parece una mala idea. —

  Después de caminar un rato más, llegamos a una aldea. Lucian se adelantó para asegurarse de que era seguro, pero pronto descubrió que no lo era del todo. Había un cartel con mi rostro: una orden de búsqueda, vivo o muerto. Me estaban buscando por toda la zona de influencia de la Kirche.

  Lucian ideó un plan: me haría pasar por alguien con una enfermedad en la piel. Usaría su casco para cubrir mi cabeza y túnicas que ocultaran mi cuerpo. Solo así podría permanecer un rato en la aldea sin llamar la atención.

  —Queremos una habitación con dos camas —le dijo Lucian al due?o de una taberna.

  —Serían cinco monedas de oro. —

  —??No le parece algo caro?! —

  —?Caro? Vamos, usted es un soldado de la Kirche. Les pagan tan bien que cinco monedas no deberían ser nada. —

  Lucian sacó su espada en un movimiento rápido y apuntó al cuello del due?o.

  —No crea que por ser un soldado de la Kirche voy a dejar que me estafe de esa manera. —

  —?Bien, bien! Solo estaba bromeando. Serían dos monedas de plata. —

  —Así está mejor. —

  Afortunadamente, Lyra ya estaba dormida. No quería que viera lo que acababa de hacer Lucian.

  La habitación era modesta, pero sería suficiente. Lo más probable era que pasáramos varios días allí, esperando que la búsqueda de la Kirche se calmara.

  Durante los días siguientes, Lucian decidió ense?arme a manejar la espada. Aprendí a defenderme, a atacar, y también algunas artes marciales. él quería que fuera lo suficientemente fuerte para protegerme a mí mismo y a Lyra.

  Aunque era bastante estricto durante los entrenamientos, Lucian también era amable y atento. Nunca se olvidaba de nosotros, y si algo nos pasaba, se preocupaba mucho y nos cuidaba. Era, sin duda, una buena persona.

  A decir verdad, no recuerdo exactamente cuánto tiempo pasamos en la aldea; creo que fueron tal vez seis meses. Una caravana de mercaderes llegó hace apenas unos días, y decidimos que nos iríamos con ellos al siguiente pueblo, que estaba a mitad del camino hacia Ilmenor, la aldea donde vivían Thailon y Kiomi.

  —Estoy orgulloso de ti, Zein. En seis meses has progresado mucho. A decir verdad, mucho más de lo que logré yo en mis días en la academia. —

  —Gracias, es que tengo un muy buen mentor. —

  Nos sonreímos el uno al otro, orgullosos.

  La caravana partió con éxito. Tardaríamos unos tres meses en llegar a la próxima aldea, justo en la frontera de la zona de influencia de la Kirche. Tendríamos que ser muy cuidadosos.

  Durante el trayecto me enteré de que no nos cobraron nada porque Lucian se ofreció como protector de la caravana ante posibles peligros y bandidos. Y suerte que estaba con nosotros, porque nadie se atrevió a atacar la caravana durante esos tres meses. Quizás era su imponente figura lo que disuadió a cualquiera de intentar algo.

  Cuando llegamos, nos detuvimos antes de entrar a la aldea, que estaba fuertemente vigilada por soldados estacionados.

  —Zein, justo hacia el oeste de aquí hay una playa. Llévate a Lyra y empieza a entrenar sin mí. Yo te alcanzo en un rato; necesito comprar algunas cosas. —

  —Está bien. —

  Me dirigí hacia el oeste para buscar la playa, y en efecto, allí estaba. Incluso había una peque?a aldea cercana.

  ...

  Mientras Zein y Lyra se dirigían hacia la playa, yo me encaminé hacia la aldea para comprar suministros para nuestro próximo viaje y buscar a alguien que pudiera llevarnos más lejos.

  Al entrar, reconocí demasiadas caras conocidas. Decidí mantenerme lo más desapercibido posible, ya que, por haber protegido a Zein, probablemente también era un hombre buscado.

  Logré comprar todo lo necesario y me dirigí hacia la salida, pero justo antes de dejar la aldea, me encontré cara a cara con varios soldados.

  —Vaya, vaya... Miren a quién tenemos aquí. ?Cuánto tiempo, Lucian, no crees? —

  —Sí, mucho tiempo. —

  Rápidamente guardé las cosas en mi mochila para evitar que se da?aran y ajusté mi espada en su funda.

  A case of literary theft: this tale is not rightfully on Amazon; if you see it, report the violation.

  —Oye, ?por qué acomodas tu espada? Ni que te fuéramos a hacer algo. Solo queremos hablar... A menos que seas alguien buscado. —

  Justo en ese momento, el sonido de una espada desenvainándose rompió el aire. Uno de los soldados se lanzó hacia mí, su espada centelleando bajo la luz. Reaccioné al instante, desenvainando mi propia arma. El choque del acero resonó con fuerza, y con un giro hábil de mi mu?eca, desvié el ataque. Antes de que el soldado pudiera recuperarse, contraataqué con un empujón que lo envió volando hacia el borde del bosque.

  —?Es él, el traidor! —gritó uno de los soldados restantes, se?alándome.

  Sin perder tiempo, cuatro más desenvainaron sus armas, mientras un quinto corría hacia la aldea en busca de refuerzos.

  Corrí hacia la espesura del bosque, mis botas aplastando hojas secas bajo mis pies. Las voces de los soldados resonaban cerca, llenas de determinación. El primero de ellos apareció por mi izquierda, intentando tomarme por sorpresa. Giré rápidamente mi espada, repeliendo el golpe. El impacto obligó al soldado a retroceder, mientras yo me movía hacia la derecha.

  Otro ataque llegó desde ese flanco. El acero silbó en el aire, obligándome a impulsarme hacia un árbol cercano. Con un salto ágil, aterricé en una de sus ramas y observé desde arriba. Los soldados comenzaron a rodearme, uno avanzando por abajo mientras otro se preparaba para atacarme de frente.

  Salté nuevamente, aterrizando en una rama de un árbol cercano justo antes de que las hojas fueran cortadas por un golpe enemigo. Desde mi posición, observé cómo intentaban organizarse para acorralarme.

  —Ni crean que se los dejaré fácil —murmuré, lanzándome hacia otro árbol para evitar un ataque simultáneo desde abajo.

  Mientras giraba, vi venir un golpe frontal. Esta vez, en lugar de esquivarlo, salté hacia el suelo. Mi espada chocó con fuerza contra la del atacante, haciendo que cayera de espaldas.

  No perdí tiempo. Al ver al soldado en el suelo, hundí mi espada en su pecho con precisión fría, acabando con él al instante. Con un movimiento rápido, limpié mi hoja mientras miraba al resto de los soldados con una sonrisa desafiante.

  —?Eso es todo lo que tienen? —pregunté con tono burlón, levantando mi espada al aire—. Podría hacer esto todo el día.

  Mi provocación surtió efecto. Más soldados comenzaron a llegar, sus gritos resonando por el bosque. Evalué rápidamente la situación y decidí no esperar. Me abalancé hacia el primero que se acercó, cortándolo por la mitad con un arco limpio de derecha a izquierda.

  El siguiente apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que mi espada lo atravesara con un corte diagonal ascendente, desde su cadera derecha hasta su hombro izquierdo. Un tercer soldado intentó atacarme por la espalda, pero giré rápidamente, partiendo su cuerpo desde la cabeza hasta el torso con un movimiento certero.

  Los cadáveres empezaban a acumularse a mi alrededor, pero los refuerzos no cesaban. Espadas, lanzas y gritos se mezclaban en un caos imparable. Me movía de un lado a otro, derribando a todo el que podía; mi técnica era notablemente superior a la suya. Cuando finalmente detuve mi espada por un instante para recuperar el aliento, conté al menos treinta y cinco enemigos abatidos.

  Sin embargo, la batalla comenzaba a pasar factura. Mi respiración se tornaba pesada, y el sudor corría por mi frente. De pronto, un soldado aprovechó mi descuido y logró rasgar mi brazo con su espada. Retrocedí con un gru?ido, pero no tuve tiempo de cubrirme. Otro soldado me atacó, alcanzándome en la pierna.

  El dolor me hizo tambalearme. Mis movimientos se volvieron más lentos, y los soldados restantes lo notaron. Un tercero avanzó rápidamente y, con un golpe certero, hirió mi otra pierna, dejándome inmovilizado.

  Caí de rodillas, todavía aferrando mi espada, pero mi cuerpo comenzaba a ceder. Miré a los soldados que me rodeaban; sus expresiones reflejaban una mezcla de desafío y una retorcida satisfacción.

  En ese momento, los soldados abrieron un hueco entre ellos. Por el pasillo improvisado apareció Enzo, con una sonrisa burlona pintada en su rostro. Era una cara completamente distinta de la que había mostrado antes. Se acercó lentamente, disfrutando del momento.

  —Vaya, vaya, miren a quién tenemos aquí —dijo con un tono cargado de sarcasmo—. Voy a ser directo. ?Dónde está el chico? Si me lo dices, tal vez te deje vivir.

  —Jamás te lo diré, bastardo —le escupí en la ropa, mis ojos llenos de furia.

  —Maldito...

  Sin cambiar su expresión de desprecio, Enzo tomó una lanza cercana. Sin dudarlo, la empu?ó con ambas manos y la atravesó con fuerza en mi pecho.

  —Esto es lo que te pasa por traicionarnos a todos —dijo Enzo, mirándome con desprecio.

  —Y lo volvería a hacer —respondí con los ojos llenos de desafío.

  Sin decir más, Enzo hundió la lanza con aún más fuerza, arrancándome un gru?ido de dolor.

  —Te dejaré aquí, para que te desangres y mueras lentamente, traidor. Hasta nunca, Lucian.

  Con esas palabras, todos se marcharon. El atardecer comenzaba a te?ir el cielo de un cálido naranja. A pesar del intenso dolor y la debilidad que comenzaba a apoderarse de mi cuerpo, me mantenía consciente. La lanza no había atravesado ningún órgano vital, pero estaba inmovilizado, y la sangre no dejaba de brotar lentamente de la herida.

  …

  El sol comenzaba a ponerse, y la preocupación se asentaba en mi pecho. Lucian se estaba tardando demasiado. Decidí empacar todo y salir a buscarlo.

  Lyra, cansada tras el largo día, se quedó dormida, así que la cargué mientras caminaba por el bosque. No sabía exactamente a dónde dirigirme, pero algo me decía que debía continuar. A medida que avanzaba, noté manchas de sangre en los árboles. Mi corazón se aceleró, y decidí adentrarme más.

  No tardé en encontrar un escenario que me dejó sin aliento: cuerpos desperdigados por el suelo, todos vistiendo armaduras similares a la de Lucian. Mi pecho se llenó de una angustia indescriptible. Entre los cadáveres, finalmente lo vi.

  Lucian estaba clavado a un árbol, atravesado por una lanza. Bajé a Lyra con cuidado, acostándola suavemente sobre el suelo, y corrí hacia él tan rápido como pude, tropezando varias veces con los cuerpos que yacían en el camino.

  —?Lucian! ?Lucian! —grité desesperado, tratando de alcanzarlo.

  él levantó la mirada lentamente, su rostro pálido y agotado.

  —Muchacho… ?qué haces aquí? —su voz era apenas un susurro.

  —Te habías tardado demasiado, y decidí salir a buscarte.

  —?No ves que es peligroso? —intentó rega?arme, pero su tono carecía de fuerza.

  Apenas podía moverse, y no tenía idea de cuánto tiempo llevaba ahí. Mi mente se nubló, pero recordé algo. La técnica de curación que Meliora me había ense?ado. A toda prisa coloqué mis manos sobre su herida, concentrándome con todas mis fuerzas. Traté y traté, pero no funcionaba.

  —Vamos… ?vamos! —murmuré desesperado, mientras el sudor corría por mi frente.

  Lucian tomó mi mano con suavidad, deteniéndome.

  —Ya basta, chico… no tiene caso —sus palabras estaban cargadas de resignación, pero también de paz.

  —P-pero... ?necesito curarte! ?No puedo dejar que mueras! —respondí entre lágrimas.

  —Ya no hay nada que podamos hacer…—

  —No, no puede ser… por favor, no —dije, sintiendo cómo la desesperación me aplastaba.

  No podía dejar que sucediera otra vez. Tenía que salvarlo. Pero ?cómo? Mi control sobre la energía no era lo suficientemente bueno para curarlo, y regresar a la aldea en busca de un doctor estaba fuera de cuestión. Ser alguien tan buscado hacía eso imposible.

  —Acércate, Zein —murmuró Lucian con esfuerzo.

  Me acerqué rápidamente, y en ese instante, con las pocas fuerzas que le quedaban, me envolvió en un abrazo.

  —Escúchame bien, Zein —dijo, con una sonrisa cálida en su rostro a pesar de todo.

  Asentí, incapaz de contener las lágrimas que ya corrían por mis mejillas.

  —Cuida a Lyra... cuídala con todas tus fuerzas. Cuídense mutuamente, y nada malo les pasará. —

  —S-sí... —respondí, mi voz quebrándose.

  —Come bien, Zein. No te saltes ninguna comida, y asegúrate de que Lyra coma también. —

  —Sí. —

  —Sé amable con todos. Trata a los demás como quieres que te traten. Así te irá bien. —

  —S-sí. —

  —Sigue entrenando. Serás más fuerte que yo algún día, te lo aseguro.

  —Sí…—

  —Recuerda lo que te ense?amos Meliora y yo. No te alejes de esos valores, Zein. Sé una buena persona. —

  —Sí. —

  —Y, sobre todo, cuídate. —

  —Sí... —

  Lucian tomó aire con dificultad y continuó, su voz debilitándose.

  —Cuando muera... deja mi cuerpo aquí. Lleva mi casco y mi espada contigo. Ve al siguiente pueblo de inmediato. Allí no hay soldados de la Kirche. Busca una caravana que te lleve a Ilmenor. En la mochila hay suministros... no se los acaben en un solo día. —

  Asentí otra vez, incapaz de articular palabra.

  —Y, Zein... gracias. —

  Su voz se desvaneció con esas palabras. El abrazo se aflojó mientras el brillo de la vida abandonaba su cuerpo.

  Me desplomé junto a él, llorando descontroladamente, incapaz de aceptar la realidad. La noche pasó como un borrón de lágrimas, impotencia y desconsuelo. Permanecí junto a su cuerpo toda la noche, sin comer, sin moverme.

  La promesa que le hice a Lucian resonaba en mi mente como un eco: proteger a Lyra, seguir adelante.

  Al amanecer, me levanté tambaleante. Con manos temblorosas, tomé su casco y su espada, apretándolos contra mi pecho. Era hora de seguir adelante, aunque el peso de su ausencia era casi insoportable.

Recommended Popular Novels