La parte trasera del camión se sacudía con cada bache en el camino, un vaivén irregular que hacía eco con la respiración agitada de Rishia. Sus manos temblaban, crispadas sobre su regazo, mientras su corazón golpeaba su pecho con una fuerza casi dolorosa.
Miedo.
Un sentimiento nuevo, desconocido.
Toda su vida había estado protegida, rodeada de presencias que la hacían sentir segura. Ahora, en la oscuridad opresiva de aquel vehículo en movimiento, lo único que tenía era la incertidumbre.
?Qué va a pasarme?
El rugido del motor llenaba el aire, vibrando en sus huesos como un zumbido constante. Pero entonces, por encima de ese sonido monótono, algo más captó su atención.
Un ruido afuera.
Algo se movía entre las sombras.
Y, de repente, una lanza se clavó con violencia en la puerta trasera, atravesando el metal de lado a lado con un estruendo ensordecedor.
Los ojos de Rishia se abrieron de par en par.
Conocía esa lanza.
Antes de que pudiera reaccionar, la puerta fue arrancada de un tirón brutal.
El viento nocturno la golpeó de inmediato, frío y feroz, despeinando su cabello mientras sus pupilas se dilataban ante la visión que tenía frente a ella.
Afirmada en el borde del camión en movimiento, con los músculos tensos y la mirada encendida, estaba Gara.
—?Gara! —El nombre salió de sus labios en un jadeo entrecortado, el alivio inundándola con tanta fuerza que casi saltó hacia ella sin pensarlo.
Estaba allí.
Todo iba a estar bien.
La imponente guerrera la miró con firmeza, su expresión decidida e inquebrantable.
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—No te preocupes, te sacaré de aquí —declaró, su voz segura, como si nada en el mundo pudiera oponerse a su voluntad.
Extendió su mano hacia Rishia.
Sin dudarlo, la ni?a se movió para tomarla.
Pero entonces—
?BANG!
El disparo resonó en la noche como un trueno desgarrador.
Gara gru?ó de dolor cuando una de las serpientes de su cabello fue alcanzada, retorciéndose con furia.
Y antes de que pudiera reaccionar—
?BANG!
Otro disparo.
Esta vez, apuntado directamente hacia ella.
Gara tuvo que soltar el camión para esquivarlo, cayendo al suelo con la agilidad de una fiera acorralada. Sus botas se clavaron en la tierra, su expresión endurecida.
Rishia se congeló.
Gara herida.
Era una imagen extra?a, casi imposible.
Siempre la había visto como alguien invencible, una fuerza imparable.
Pero ahora…
Ahora, por primera vez, sintió verdadero pánico.
El camión comenzó a reducir la velocidad.
Esa era su oportunidad.
Con un nudo en la garganta, Rishia se levantó, dispuesta a saltar.
—?No! —La voz de Gara retumbó con urgencia.
Rishia se detuvo en seco.
—?Por qué…?
Sus pies se aferraron al suelo del camión, su cuerpo tembloroso. ?Se haría da?o si saltaba? ?Acaso no podría alcanzarla Gara?
Y entonces, lo vio.
Detrás de Gara, emergiendo de entre los árboles, varias figuras monstruosas llegaron, soldados que Rishia conocía, sus ojos brillando en la penumbra. Pero no atacaban.
No avanzaban.
?Por qué?
Y luego, el camión se detuvo por completo.
El tiempo pareció congelarse por un instante.
Rishia se preparó para lanzarse hacia su salvadora, pero—
—?No lo hagas! —Gara insistió, su tono urgente, casi desesperado.
Rishia no entendía.
Pero Gara sí.
El camión ya había cruzado la frontera.
Ahora estaban en territorio humano.
Si Rishia bajaba en ese momento…
Nikola, que esperaba sobre el techo del vehículo, no dudaría en dispararle.
él estaba allí, observando desde las alturas con su pistola en mano, paciente, esperando el momento exacto para actuar.
Gara apretó los dientes.
Si Rishia saltaba, tal vez podría esquivar el disparo…
?Pero y si no?
No podía arriesgarla.
La desesperación ardía en su interior.
Quería llevársela.
Quería arrancarla de las garras de aquellos soldados y devolverla a casa.
Pero no podía.
El motor rugió de nuevo.
El camión empezó a moverse otra vez, acelerando con decisión.
Rishia sintió el miedo regresar con un peso sofocante.
—?Gara!
La guerrera la miró.
Y le sonrió.
No una sonrisa de despedida.
No una sonrisa de derrota.
Una promesa.
—Iremos por ti —dijo con la misma convicción de siempre.
Su voz era fuerte. Inquebrantable.
—No tengas miedo. Volverás a casa.
Los ojos de Rishia se llenaron de lágrimas.
Quería creerlo.
No.
Lo creía.
Porque sabía que Gara nunca rompía sus promesas.
Porque sabía que no estaba sola.
Ching, Melty, todas ellas…
Volverían por ella.
Y cuando el camión se desvaneció en la oscuridad, su corazón se aferró a esa certeza con todas sus fuerzas.