El campo de batalla aún vibraba con la emoción del combate anterior. Las gradas estaban llenas de estudiantes que no dejaban de comentar lo ocurrido, pero un nuevo anuncio desvió toda la atención hacia el centro de la arena. Isein, con el micrófono en mano, se adelantó con una sonrisa vibrante.
—Muy bien, ya tenemos tres resultados en esta jornada llena de emociones. Mientras la postulante Hino está siendo atendida por el personal médico, es momento de dar inicio a la siguiente batalla.
Los gritos y aplausos estallaron al instante, cargados de anticipación. Las miradas se dirigieron hacia los dos nuevos combatientes que se acercaban al centro de la plataforma.
—?Y este combate sin duda dará mucho de qué hablar! —continuó Isein con entusiasmo—. De un lado, tenemos al experimentado postulante Katashi, un luchador con a?os de entrenamiento. Y del otro… al temido y enigmático Rey del Hielo, el hombre más frío del mundo: Igurū Shirokuma.
Una ola de euforia recorrió las gradas. Esta vez, fueron las estudiantes quienes alzaron la voz con entusiasmo:
—?Igurū, te amamos! —gritaron, provocando risas y murmullos en los alrededores.
Sobre la plataforma, Katashi avanzaba con el ce?o fruncido, los pasos firmes y los pu?os cerrados. Su mirada ardía de intensidad al fijarse en su oponente.
—Vaya, quién diría que acabaríamos enfrentándonos, Igurū —murmuró con voz tensa—. He esperado este momento desde que derrotaste al anterior Rey…
Igurū lo miró de reojo, sin expresión alguna en el rostro.
—Mmm… No me interesa lo que tengas que decir —respondió con frialdad—. Solo ten presente que no seré amable contigo.
La mandíbula de Katashi se tensó, sus ojos llameaban de rabia.
—?Qué engreído eres! ?Acaso no te das cuenta de que tengo la ventaja al portar mi Reiken? —espetó con una sonrisa cargada de desafío.
Pero Igurū no mostró la menor reacción.
—?Y eso qué? Si después de cuatro a?os aún no eres Centinela, eso dice mucho de ti, ?no crees?
Esas palabras, tan frías como una cuchilla, cortaron el orgullo de Katashi como una lanza directa al corazón. En un arranque de furia, lo sujetó por el cuello del traje de combate.
—?Maldito hijo de…!
—?Katashi! —rugió el maestro Kaishin, apareciendo de inmediato entre ellos—. Guarda ese entusiasmo para la batalla.
Katashi soltó a Igurū de mala gana, aunque sus ojos seguían ardiendo de furia contenida.
—Estás muerto, Igurū…
Ambos se separaron y tomaron sus posiciones en la plataforma. El ambiente se volvió más denso. No había gritos ni vítores ahora. Solo una tensión eléctrica que se extendía por todo el coliseo como una tormenta que se avecina.
Kaishin los observó detenidamente, su mirada especialmente dura sobre Katashi.
—Espero un combate justo… Y eso va especialmente para ti —dijo con voz severa.
Entonces, alzó la mano. Un segundo después, la bajó con decisión.
—?Comiencen!
Katashi no perdió ni un segundo.
—?Ven a mí, Reiken del Rinoceronte!
Una imponente armadura grisácea envolvió su cuerpo, mientras un colosal mazo con forma de cuerno se materializaba en sus manos. El suelo tembló bajo sus pies cuando su energía se desató como una bestia furiosa.
—?Te haré pedazos, Igurū! ?Rhino Horn!
De su carga surgió un gigantesco rinoceronte hecho de piedra, que galopaba con fuerza devastadora en dirección a su oponente. El público contuvo el aliento, con los ojos fijos en el espectáculo.
Pero Igurū… no se movió.
—Empezar con tu ataque más fuerte… —pensó, con la mirada fría y calculadora—. Qué patético derroche de energía.
Justo antes del impacto, Igurū alzó su espada y con un movimiento fluido, desvió el ataque de Katashi como si fuera nada.
—?E-eso es imposible! —gritó Katashi, retrocediendo con ojos desorbitados—. ??Cómo pudiste…!?
Igurū lo miró con desdén.
—Eres patético —dijo con voz baja, sin una pizca de emoción—. Apostaste todo a un golpe de fuerza bruta, esperando que yo esquivara o me defendiera de forma convencional. Pero no pensaste que alguien como yo ya habría previsto ese movimiento.
Avanzó con calma, mientras su aliento parecía cristalizar el aire a su alrededor.
—Tu Reiken es fuerte, no lo niego. Pero tu falta de velocidad y control… esa es tu condena.
Los murmullos estallaron entre el público.
—??Vieron eso?! Lo partió como si fuera de papel…
Katashi dio un paso atrás, jadeando. Su armadura se agrietaba con cada respiración, el desgaste de energía era evidente.
—No puede ser… ?Esto no puede estar pasando!
En un abrir y cerrar de ojos, Igurū desapareció de su vista.
—?Dónde…?
—Aquí —susurró una voz helada detrás de él.
Un escalofrío recorrió la espalda de Katashi. Antes de que pudiera girarse, sintió la presión de la espada de Igurū en su costado y sin saber cómo se desplomó en la plataforma, derrotado.
—Nunca subestimes a tu adversario, por más débil que parezca —dijo Igurū mientras se alejaba lentamente.
Kaishin levantó la mano con firmeza.
—?El combate ha terminado! ?El ganador es Igurū Shirokuma!
Los aplausos explotaron como una ola.
—?Igurū, eres el mejor!
—?Ese es mi Rey! ?Te queremos, Igurū!
Pero Igurū, fiel a su estilo, descendió de la plataforma sin mirar a nadie, sin sonreír, sin celebrar.
Mientras los paramédicos corrían a atender a Katashi, Isein retomó el micrófono, aún con una sonrisa de emoción.
—Y así concluye otro enfrentamiento espectacular. Con Katashi fuera de combate y siendo atendido, nos preparamos para lo que muchos han estado esperando: ?la última batalla del día!
Los gritos se intensificaron una vez más.
—?Ahora veremos a la más fuerte de los postulantes, Sukasa Kaze, enfrentarse al segundo Rey de Arkanum… el implacable Kuro Akemi!
La multitud rugió con expectación. Algunos aplaudían a Sukasa, otros coreaban el nombre de Kuro. El aire se volvió denso, cargado de tensión, como si el campo de batalla mismo estuviera conteniendo la respiración antes del choque final.
Sukasa subió a la plataforma con el corazón latiendo con fuerza, aunque su rostro mostraba una determinación inquebrantable. Frente a ella, Kuro Akemi, el segundo Rey de Arkanum, la observaba con una sonrisa despreocupada, como si todo aquello fuera solo un juego.
Sabía que ese combate sería distinto. Kuro no era como los otros. Era impredecible… y eso lo hacía peligroso.
Ambos se posicionaron en el centro del campo de batalla.
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—Espero un combate justo… —dijo el maestro Kaishin con voz firme, pero al voltear hacia Kuro, su tono se volvió áspero—. Contigo hablaré más tarde.
Kuro simplemente le dedicó una mueca divertida. Kaishin suspiró con fastidio y alzó la mano.
—?Bien, comiencen!
Sukasa no dudó ni un segundo.
—?Ven a mí, Reiken del águila! —exclamó.
Un resplandor verde claro la envolvió. Su armadura apareció, ligera pero resistente, decorada con plumas metálicas que se extendían desde sus hombros y espalda. Un par de alas etéreas se desplegaron con elegancia, mientras su Reiken, una espada con forma de ala, surgía entre destellos de viento.
Su aura se elevó con intensidad, envolviéndola en una ráfaga que hacía vibrar la plataforma. Sus ojos brillaban con la fiereza de una cazadora.
Del otro lado, Kuro se estiró los hombros con total calma, como si apenas comenzara a despertarse de una siesta.
—Oye, ?ya pensaste en una estrategia para vencerme? —preguntó, ladeando la cabeza con aire burlón—. Porque si no lo hiciste… te vas a arrepentir.
Y sin más aviso, se lanzó al frente.
—O mejor, ?te lo pondré difícil desde el inicio! ?Prepárate, porque no pienso tener piedad!
Sukasa frunció el ce?o. Ya estaba harta de su actitud.
—?No debo confiarme! Este idiota siempre se ha salido con la suya… ?pero ya no más! —pensó, apretando con fuerza su Reiken.
Con un grito poderoso, alzó su arma.
—?Flight of the Eagle! —exclamó.
Una ráfaga masiva de viento emergió de su espada, girando como un torbellino celestial. La presión del aire se disparó en un instante, envolviendo el campo de batalla. Kuro apenas tuvo tiempo de abrir los ojos antes de que la corriente lo envolviera por completo.
—?Eh? ?Espera un segun—!
—?Aaaaaaaaaaaaaaaah! —gritó mientras su cuerpo era lanzado por los aires como una mu?eca de trapo.
Voló por encima de la plataforma, cruzando el campo en una trayectoria absurda… hasta estrellarse contra el área de los espectadores. El impacto dejó un enorme cráter en el suelo y levantó una nube de polvo que cubrió media sección del estadio.
Un silencio sepulcral se apoderó del lugar.
Kaishin parpadeó un par de veces, atónito, antes de alzar la mano con decisión.
—?Kuro ha salido del área de combate! ?La ganadora es Sukasa Kaze!
Un rugido de sorpresa explotó en las gradas.
—??Qué demonios fue eso?!
—??El Rey… fue noqueado de un solo ataque?!
—??Pero cómo…?!
El asombro era general. Nadie entendía qué acababa de suceder.
—Esa chica tiene una fuerza impresionante… —comentó un estudiante, con la mirada fija en el cráter que había dejado Kuro—. Pero eso fue… demasiado.
Sukasa se mantenía firme, respirando con fuerza, mientras su Reiken se desmaterializaba. La ráfaga de viento a su alrededor se calmó lentamente. Su expresión no era de celebración… sino de alivio.
—Por fin… —susurró.
Desde el fondo del cráter, un leve murmullo comenzó a escucharse.
—Maldición… estoy lleno de polvo —gru?ó una voz familiar.
Kuro Akemi emergió del agujero, sacudiéndose con fastidio mientras los estudiantes lo observaban atónitos.
—??Qué?!
—?Está ileso!
—?Ni un rasgu?o… solo polvo! ?Cómo puede ser eso posible?
La sorpresa era general. A pesar de haber sido lanzado con brutalidad fuera de la plataforma, Kuro no parecía tener heridas. Solo su traje de protección estaba cubierto de tierra y escombros.
—Eso me pasa por bajar la guardia… —murmuró con resignación mientras regresaba con agilidad felina a la plataforma.
Al llegar frente a Sukasa, sonrió con ese aire despreocupado que tanto la irritaba.
—Vaya, eres realmente fuerte —dijo mientras extendía la mano hacia ella—. Vamos, no seas orgullosa. Sé que sigues molesta por lo de esta ma?ana, pero deberíamos dejar esos problemas a un lado, ?no crees?
Sukasa, sin siquiera mirarlo, giró sobre sus talones con frialdad.
—No creas que esto arregla las cosas —sentenció, lanzándole una mirada cortante antes de marcharse.
Kuro se quedó inmóvil por un momento, observándola alejarse.
—Vaya… esa mujer realmente me odia —susurró para sí mismo con una sonrisa ladeada.
Pero la calma no duró mucho.
—????KUROOOOOO!!!!!! —rugió una voz furiosa desde atrás.
Kuro se giró lentamente. El maestro Kaishin se acercaba como una tormenta, con el rostro desfigurado por la rabia.
—Ho… hola, Kaishin... —dijo con una sonrisa nerviosa.
—???Me dijiste que solo sería árbitro de una prueba!!! —gritó el maestro, acercándose peligrosamente—. ??Pero me metiste en dos!! ??Dos!!
Kuro alzó las manos en se?al de rendición, retrocediendo con cautela.
—Oye, oye, no exageres... Podemos hablarlo como adultos, ?sí?
Pero Kaishin ya había invocado su Reiken. Un aura de rabia pura lo envolvía mientras avanzaba, cada paso retumbando sobre la plataforma.
—??Y encima sigues sin llamarme maestro Kaishin!! —tronó.
—?Está bien, está bien, maestro Kaishin! ?Lo dije, lo dije! —gritó Kuro, dándose media vuelta y corriendo hacia los vestidores—. ???Pero deja el Reiken, por favor!!!
—???Ven acá, miserable animal!!! —vociferó el maestro, blandiendo su arma mientras lo perseguía.
La escena, absurda y caótica, provocó una ola de carcajadas entre los estudiantes. Después de tantos duelos cargados de tensión, ese momento era un alivio inesperado.
—?Bien! —interrumpió Isein con voz potente, mientras trataba de mantener el orden—. Al ver que ya tenemos el quinto y último resultado, quiero pedir a los cinco postulantes que participaron en estas intensas batallas… ?que suban nuevamente a la plataforma!
El público respondió con una ovación entusiasta.
Los cinco postulantes —algunos con vendas, otros aún jadeando por el esfuerzo— subieron lentamente. Aunque cansados, sus rostros reflejaban orgullo. Habían superado una prueba dura… y solo era el comienzo.
La expectación era palpable. Los estudiantes contenían la respiración, esperando el anuncio final.
Isein, con el micrófono en mano, escaneó los rostros ansiosos frente a él. Su mirada se detuvo un segundo en cada uno de los cinco postulantes antes de hablar.
—Sé que muchos de ustedes creen que solo uno de estos jóvenes podría convertirse en Centinela... después de todo, solo uno logró derrotar a un miembro de alto rango.
Un murmullo de inquietud recorrió a la multitud. En la plataforma, las expresiones de los postulantes se tensaron: frustración, decepción… resignación.
Pero entonces Isein alzó una ceja con una leve sonrisa.
—Sin embargo… permítanme decirles algo. A partir de hoy, ustedes cinco son oficialmente Centinelas de la Academia Arkanum.
Por un instante hubo silencio. Luego, la euforia explotó como una ola: aplausos, gritos de celebración, vítores. Los estudiantes estallaron de emoción.
Los postulantes estaban igual de desconcertados.
—??Qué!? —exclamó Hino, completamente sorprendida—. ?No creí que lo lograríamos!
Sukasa sonrió con orgullo, cruzando los brazos.
—Era de esperarse... debí imaginarlo.
—?Sí, nos enga?aron a todos! —rió Hiro—. ?Esto es increíble!
Sin embargo, no todos compartían la alegría.
Katashi, con el rostro desencajado por la rabia, dio un paso adelante y agarró a Isein por el cuello del uniforme.
—??Esto fue solo un espectáculo para entretener a todos?! —rugió—. ?Nos hicieron pelear por nada!
Isein no parpadeó. Su mirada se volvió fría como el hielo, y su voz bajó peligrosamente.
—Suéltame... o perderás esa mano, Katashi.
El tono fue tan amenazante que los aplausos cesaron por un instante. Katashi sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo y soltó a Isein de inmediato, retrocediendo.
—Esto es una farsa… —gru?ó entre dientes, girándose con furia y bajando de la plataforma—. No pienso ser parte de esto.
Isein suspiró mientras se acomodaba el uniforme, sacudiéndose el cuello con calma. Luego, volvió a sonreír.
—Bueno, dejando ese inconveniente a un lado... —dijo con naturalidad, retomando el micrófono—. Me complace entregarles sus gabardinas oficiales, símbolo de jerarquía en nuestra academia.
Los cinco nuevos Centinelas recibieron las prendas ceremoniales, negras con detalles únicos para cada uno. Sus manos temblaban ligeramente al tocarlas por primera vez. Algunos sonreían, otros se veían aún en shock. Pero todos compartían un sentimiento común: orgullo.
—Y ahora, unas palabras de uno de nuestros Reyes.
La ovación regresó con fuerza cuando Igurū dio un paso al frente. Su sola presencia bastaba para calmar la emoción general. Tomó el micrófono con firmeza.
—Me complace darles la bienvenida como nuevos Centinelas de Arkanum.
Su voz era grave, medida.
—Esta gabardina no es solo un símbolo de poder. Es una carga. Representa esfuerzo, constancia y compromiso. Cada vez que la usen, recuerden que hay personas que confiarán en ustedes. Y otros... que buscarán destruirlos. No olviden por qué están aquí.
Hizo una pausa, observando con intensidad a cada uno de los cinco.
—Demuestren que valen lo que hoy se les ha entregado. Muchas gracias.
El aplauso fue cerrado, más solemne que antes. Incluso los más bulliciosos se habían quedado en silencio, procesando el peso de sus palabras.
Isein retomó el micrófono con una sonrisa orgullosa.
—Con eso dicho, yo, Isein, uno de los Cuatro Jotas de Arkanum, declaro oficialmente concluida la Selección Anual de Centinelas.
El campo entero estalló en gritos, vítores y celebraciones. Algunos lanzaban sus gorras al aire, otros simplemente aplaudían hasta que las manos les dolían.
Así, mientras el atardecer te?ía los cielos sobre la academia, los nuevos Centinelas eran recibidos entre vítores, sin saber aún los desafíos que el futuro les tenía preparados.
Tiempo después, en la habitación de Igurū...
Igurū se encontraba sentado frente a su escritorio, desabrochándose lentamente el cuello del uniforme. El silencio de la habitación contrastaba con el bullicio que aún quedaba flotando en los pasillos de la academia.
—Hoy fue un día ajetreado... —murmuró, soltando un largo suspiro—. Y ma?ana será peor.
Se quedó un momento contemplando la ventana, donde la noche cubría los techos de Arkanum bajo un cielo estrellado.
—Me pregunto qué habrá pasado con Kuro... No lo vi después de que el maestro Kaishin salió corriendo detrás de él... —reflexionó, entrecerrando los ojos—. Aunque... bah, seguro que está bien.
Con un leve encogimiento de hombros, se dejó caer sobre la silla con una expresión cansada, listo para descansar.
Mientras tanto, en la enfermería de Arkanum...
Kuro yacía inmóvil en una cama, completamente enyesado de pies a cabeza. Solo su rostro era visible, con una expresión que mezclaba resignación y fastidio. Al lado de la cama, Tsume —el médico de la academia— lo observaba con los brazos cruzados y una ceja levantada.
—Vaya, parece que Kaishin no se contuvo esta vez —dijo con tono divertido—. Pero tranquilo, con el tratamiento que te di estarás como nuevo ma?ana.
Kuro soltó un suspiro débil.
—Gracias, Tsume... en serio. Te debo una.
Tsume sonrió mientras guardaba unos frascos en una bandeja metálica.
—Y bien... ?qué hiciste esta vez para que Kaishin quisiera enterrarte vivo?
Kuro hizo una pausa y luego, con una sonrisa culpable, respondió:
—Solo le pedí que fuera árbitro en las pruebas... bueno, solo le pedí de una prueba, pero luego salió un imprevisto y olvidé decirle que tendría que arbitrar otra más.
Tsume soltó una carcajada.
—?Ja! Sabes muy bien que a él no le gustan esos eventos.
—Sí, lo sé... —admitió Kuro con un suspiro—. Pero bueno, al menos hoy saqué algo bueno de todo esto.
Tsume lo miró con curiosidad.
—?Ah, sí? ?Y qué podría ser?
Una sonrisa astuta se dibujó en el rostro del enyesado Kuro.
—Que esta noche... no tengo que compartir habitación con esa mujer.
En la habitación de Sukasa... y Kuro
Sukasa, después de una larga jornada, se acomodaba en su cama, disfrutando del silencio. Justo cuando apagaba la lámpara de su velador, estornudó de forma repentina.
—Vaya... —murmuró, frotándose la nariz—. Creo que alguien está hablando de mí.
Se giró en la cama, acomodando su almohada con una expresión tranquila y satisfecha. Porque, aunque solo sea por hoy, dormiría en completa paz.