home

search

Recuperación

  Tras esa tarde donde Kiomi habló con Zein, todo pareció mejorar. Zein parecía dispuesto a hablar con los demás después de los recientes acontecimientos. Por diversas razones, Miguel no quiso hablar con él, Alexander no creía que él fuera la mejor opción, y Sora y las ni?as menos aún. Así que, al final, quedó en mis manos hablar con él después de Kiomi.

  Al día siguiente, decidí que lo mejor sería llevarle algo de comer. Un aperitivo, ya que no había comido en un tiempo. Mientras subía las escaleras, el aire estaba cargado, casi sofocante, pero no tanto como para que fuera insoportable. El ambiente se sentía denso, como si una presión invisible quisiera aplastarme, pero al mismo tiempo fluía, como si tratara de apresarme sin éxito. Era un contraste extra?o, y aún así me hacía sentir que no debía darme por vencida.

  Cuando llegué frente a la puerta del cuarto de Zein, vi que estaba iluminado. Las cortinas abiertas dejaban pasar la luz dorada del sol de la ma?ana. Ese sol limpiaba la opresión del aire, casi como si fuera una bendición que despejaba la atmósfera, dándole un respiro a todo lo que nos rodeaba.

  Al entrar, allí estaba él. Zein estaba sentado en la cama, mirando al cielo a través de la ventana. Gracias a la ubicación del local, el sol llegaba directo a su cuarto sin que los rascacielos lo bloquearan. La luz iluminaba su rostro, pero aún así podía ver que su cuerpo estaba marcado por la desnutrición. No había comido en días. Su aspecto no era tan grave como Kiomi había descrito cuando lo encontró, pero aún así, me preocupaba verlo tan mal. Me alegró, al menos, que ya se veía mejor de lo que estaba cuando lo hallaron.

  Cuando notó mi presencia, su rostro se iluminó con una sonrisa, pero parecía que le costaba mucho. La sonrisa era débil, luchaba por formarse, pero al verla, mi corazón se apretó. Le respondí con una sonrisa también, aunque la mía era apenas visible, una que me costó muchísimo hacer. Verlo en ese estado me dolía más de lo que podía expresar.

  Me senté a su lado en silencio. No sabía qué decirle. Había aceptado venir a hablar con él, pero me encontraba en un mar de dudas. ?Qué podía decirle? No podía entender completamente lo que sentía, pero sabía que de alguna manera, podía intentar ayudar. La tristeza en su mirada era profunda, pero algo dentro de mí me decía que aún quedaba esperanza.

  Perdí a varias personas a lo largo de mi vida. A mis padres cuando era peque?a, a mi abuela hace algunos a?os. A personas que fueron muy importantes para mí, pero él… él había perdido mucho más. Siento que no soy la persona adecuada para darle un consejo, no soy quién para decirle cómo seguir adelante, pero lo que más deseaba en ese momento era tener el valor suficiente para apoyarlo de la mejor manera posible.

  —?Sabes?— Su voz salió baja, como si cada palabra le costara más de lo que quería admitir. —Yo... no sé qué hacer ahora. Con Lyra en ese estado...—

  —Yo creo que no está todo perdido— respondí, casi sin pensarlo. Mi tono de voz mantenía una positividad que ni yo misma sabía de dónde había salido. —Hay una forma de hacer que despierte, ?no es así?—

  —Sí, pero…— dijo Zein, su voz apenas un susurro, cargada de incertidumbre.

  —Pues solo hay que lograrlo —respondí con una sonrisa que salía del fondo de mi corazón—. Yo estaré ahí para ti, siempre a tu lado. Te puedo asegurar que Kiomi también lo estará, al igual que Miguel y Alexander. Todos estaremos contigo. No estás solo.

  Tras esas palabras, una expresión que jamás había visto apareció en su rostro. Era una mezcla de tristeza y, al mismo tiempo, una chispa de alegría que parecía luchar por salir a flote. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, pero él no las detenía; en cambio, mantenía una débil sonrisa, una que me partió el corazón al verla, pero a la vez me llenó de esperanza.

  —Gracias —musitó, su voz temblorosa, pero llena de una gratitud que tocó algo profundo en mí.

  Sin pensarlo, lo abracé. Lo abracé con toda la fuerza que tenía, como él me abrazaba a mí en mis peores momentos. Como me abrazaba mi abuela cuando el dolor era demasiado grande para soportarlo sola, como me abrazaban mis padres cuando sentía que el mundo se venía abajo. Pero ese abrazo… ese abrazo fue diferente. No solo lo abrazaba para consolarlo, sino para decirle que no estaba solo, que jamás lo estaría. Y en ese momento, sentí algo en mi pecho, algo cálido que me envolvía, una mezcla extra?a de felicidad y culpa, una sensación que me hizo sentir mal, pero al mismo tiempo agradecida. Porque, al final, sabía que él estaba en ese momento justo donde más lo necesitaba. Y yo también lo necesitaba a él, más de lo que quería admitir.

  Me sentí culpable por esos sentimientos que empezaban a despertar dentro de mí, pero también me sentí alegre, porque en su dolor, pude ofrecerle algo de consuelo. Sabía que no podía dejarlo solo, que, de alguna manera, siempre estaríamos el uno para el otro. Al final, éramos amigos, maestro y alumna, pero quizás… algo más. Mi corazón latió con fuerza en ese pensamiento, pero rápidamente lo aparté, temerosa de lo que realmente significaba.

  Después de un rato, Zein aceptó comer lo que le había traído. Fue con esfuerzo, pero al menos comió. Me alegraba verlo comer, aunque fuera un poco. Y esa sonrisa que comenzaba a asomarse cada vez más en su rostro… me hacía pensar que, poco a poco, estaba recuperando algo más que su fuerza. Estaba recuperando su luz.

  Nos quedamos en silencio, disfrutando de la música suave que sonaba en el fondo. El tiempo parecía detenerse, y por un momento, sentí que todo estaba bien. Ojalá esos momentos pudieran durar para siempre: él, con una sonrisa sincera, y yo, recargada en su hombro, sintiéndome por fin en paz.

  Pero, como todo lo bueno, el momento tuvo que terminar. Zein decidió que ya era hora de salir, de ver a los demás, de enfrentar todo lo que había dejado atrás. él sabía que no podía quedarse más tiempo encerrado, que tenía que arreglar algunas cosas, y aunque sentí una peque?a punzada en el corazón, su decisión me llenó de una mezcla de orgullo y preocupación.

  Al salir del cuarto, me encontré con Miguel subiendo las escaleras. Sus miradas se cruzaron, y ambos se quedaron allí, mirándose en un silencio tenso. Decidí apartarme, pensando que era momento de que ellos arreglaran las cosas. Sin embargo, al final, me vi obligada a quedarme allí, ya que Miguel bloqueaba el paso.

  The story has been taken without consent; if you see it on Amazon, report the incident.

  No sabía qué pensaba cada uno, pero al observar a Miguel, noté algo inusual: su rostro, siempre tan sereno, mostraba una expresión seria, casi dura, como si estuviera luchando con algo que no podía entender. Zein, por su parte, tenía una expresión de arrepentimiento en su rostro, algo que le daba un aire vulnerable. Pude imaginar lo que sentía, el peso de todo lo que le había dicho a Miguel cuando él solo intentaba ayudar.

  —Miguel, yo…— comenzó Zein, su voz vacilante, como si las palabras le costaran más de lo que pensaba.

  Sin decir nada más, la cara de Miguel cambió a su sonrisa de siempre, esa sonrisa cálida que siempre parecía tener en los momentos más inesperados, y sin pensarlo dos veces, se acercó a Zein y lo abrazó con fuerza, como si se reencontraran tras mucho tiempo separados.

  —Me alegro bastante de que al fin salieras de ese cuarto —dijo Miguel con una voz llena de sinceridad, su tono suave pero firme, como un amigo que estaba allí para ayudar.

  Zein se quedó un momento en silencio, mirando a Miguel, como si las palabras le costaran. Finalmente, habló, pero su voz tembló un poco, cargada de la fragilidad que llevaba consigo.

  —Yo… en serio…

  —No te disculpes, Zein —respondió Miguel rápidamente, apretando un poco más el abrazo—. Estuviste pasando por algo muy difícil. Lo entiendo perfectamente.

  Fue un abrazo sincero, reconociendo todo el dolor de Zein sin necesidad de palabras. Se abrazaron como dos grandes amigos, como si el tiempo no hubiera pasado, como si siempre hubieran estado ahí el uno para el otro, sin importar la distancia o el sufrimiento.

  Después de un rato, Miguel y yo acompa?amos a Zein a la planta baja. El aire fresco que se filtraba por las ventanas mecía suavemente las cortinas, mientras nos dirigíamos al área común donde el café, hoy, no había abierto para poder asistir a Zein como lo hacían normalmente.

  Al llegar abajo, vi a Alexander y Kiomi esperándonos. La primera reacción de Alexander fue una mirada silenciosa, intensa, que mostraba una mezcla de tristeza y alivio. Pero al ver a Zein de pie frente a él, esa tristeza se transformó en una sonrisa suave, llena de esperanza y cari?o. Kiomi, por su parte, parecía aliviada, como si al ver a Zein fuera a poder respirar tranquila por primera vez en días.

  Alexander fue el primero en acercarse, su tono cálido y lleno de amabilidad.

  —?Te sientes mejor, Zein? —preguntó, con una preocupación visible en su rostro, como si quisiera asegurarse de que realmente estaba bien.

  Zein asintió lentamente, aunque no podía evitar notar la seriedad en la mirada de Alexander. Sabía que sus palabras eran más que simples preguntas de cortesía. Alexander, con su carácter tan directo, había sido testigo de la lucha interna de Zein, y ahora, al ver su rostro, podía sentir que Zein estaba dando pasos hacia la recuperación.

  —Sí… mejor. Mucho mejor —dijo Zein, forzando una sonrisa, pero al mismo tiempo, su voz delataba una vulnerabilidad que no intentaba ocultar.

  Con una suave risita, Alexander le hizo un gesto hacia uno de los asientos.

  —Siéntate —le dijo, con esa calidez que solo él sabía transmitir. Era como si, de alguna manera, su presencia sola pudiera aliviar cualquier peso. Alexander, aunque siempre reservaba sus emociones para sí mismo, sabía cómo hacer que los demás se sintieran cómodos, cómo hacer que todo pareciera más fácil, aunque no fuera así.

  Judas, que no parecía tener que trabajar ese día, apareció con una de sus bebidas para Zein, algo que me sorprendió gratamente. Se notaba que Zein no era alguien común para ellos. Había una conexión profunda, una que trascendía cualquier circunstancia.

  Todos estábamos allí para apoyarlo, y Zein, aunque al principio resistía, poco a poco empezó a abrirse. Sus palabras salían con más facilidad, sus gestos eran menos tensos, y comenzaba a dejar que el apoyo de todos lo envolviera. Nos preocupaba profundamente, y aunque él no lo decía en voz alta, podíamos ver que apreciaba cada momento de compa?ía.

  Con el que más tiempo pasó fue con Alexander. Los dos se sentaron en una esquina tranquila, donde la luz entraba suavemente por la ventana, iluminando las sillas de madera con un brillo cálido. Comenzaron a hablar, y a medida que lo hacían, Zein parecía relajarse más, como si cada palabra que Alexander pronunciaba tuviera un efecto sanador. Hablaron de Thailon, de aquellas peque?as aventuras que habían vivido juntos, esas que ahora, en retrospectiva, parecían tan lejanas pero tan significativas.

  Alexander le contó historias sobre los momentos difíciles, como cuando Meliora fue separada de Thailon, dejándolos a él y a Kiomi solos, vulnerables ante las fuerzas de la Kirche. Pero a pesar de esos momentos oscuros, las historias que le contaba a Zein parecían tener un poder sanador, como si cada risa compartida, cada anécdota de aquellos tiempos pasados, lograra disipar un poco de la tristeza que aún pesaba sobre él. Zein lo escuchaba con atención, y en sus ojos se reflejaba un resplandor nuevo, como si, de alguna forma, se estuviera reconstruyendo pieza por pieza.

  La atmósfera entre ellos era diferente, algo había cambiado. Ya no era solo la conversación entre dos personas que compartían el mismo espacio; había una conexión más profunda, una comprensión mutua. Zein, quien antes parecía tan perdido en su propio mundo, comenzó a encontrar consuelo en las historias de Alexander, y Alexander, en su silencio habitual, se abría un poco más a medida que veía el impacto que sus palabras tenían en Zein.

  Alexander no necesitaba decir mucho para que su apoyo se sintiera, solo su presencia, su sinceridad, era suficiente para que Zein comenzara a creer que las piezas de su vida, fragmentadas por tanto dolor, podían encajar de nuevo.

  Al final del día, surgió una conversación en el grupo, una que al principio pensamos que sería mejor ocultarle a Zein, pero que, en realidad, no tenía sentido mantener en secreto.

  Se trataba de los planes del gobierno: tenían la intención de atacar directamente a la EDI, usando la nave con la que habían llegado al planeta, la cual permanecía oculta en el lado oscuro de la luna. Su estrategia consistía en llegar a un punto clave de la zona en la que nos encontrábamos y asestarles un golpe devastador, además de apoyar a otras civilizaciones en el proceso.

  Para nuestra sorpresa, Zein se lo tomó bastante bien. De hecho, nos pidió nuestra ayuda para llevar a cabo el plan, y, por supuesto, todos aceptamos sin dudarlo.

  Mientras organizábamos los preparativos para el viaje, noté a Judas y Alexander conversando en un rincón. Me picó la curiosidad, así que intenté escuchar sin ser descubierto. Alcancé a captar apenas unas frases, pero lo poco que oí bastó para inquietarme. Judas le estaba proponiendo a Alexander unirse a la misión y ayudar a Zein y a los demás. Al fin y al cabo, conquistar un planeta entero como punto estratégico no era una tarea sencilla.

  En ese momento, algo en la conversación me pareció sospechoso. No sabía qué era exactamente, pero no podía evitar esa sensación de que algo no encajaba. Aun así, me dije a mí misma que probablemente solo eran corazonadas sin fundamento.

  Por otro lado, Zein parecía más decidido que nunca. Había fuego en su mirada, una determinación que no habíamos visto antes.

  —Ya tengo claro lo que voy a hacer a partir de ahora —dijo con voz firme, su rostro reflejando una resolución inquebrantable—. Iré directamente a la capital de la EDI y eliminaré al Führer. Haré que Lyra despierte.

  Por descabellada que sonara su idea, ninguno de los presentes pensó que fuera imposible. Después de todo lo que habíamos vivido, después de todo lo que habíamos visto, creíamos en Zein.

  Así que, sin dudarlo, todos terminamos apoyando su decisión.

Recommended Popular Novels